Este gran dibujante español, sobre todo de temas históricos, Antonio Hernández Palacios, nació en Madrid en 1921 y se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
La Guerra Civil interrumpió su carrera y a su término se inició en la ilustración de carteles cinematográficos que le proporcionaron un gran dominio del espacio plástico y una cierta tendencia a la monumentalidad.
Dibujará también alguna historieta, como los dos capítulos de El Capitán Maravillas (Valenciana, 1943). No obstante, la mayor parte de su vida profesional transcurrió durante estos años, y hasta finales de los 60, trabajando en el campo publicitario, donde llegó a alcanzar gran prestigio y renombre.
Falleció un 29 de enero de 2000, por eso lo recordamos.
La madurez
Hastiado, sin embargo, de una actividad que era demasiado exigente en ocasiones y le resultaba muy rutinaria, e influido por las nuevas corrientes del cómic que llegaban del otro lado de los Pirineos, Hernández Palacios decidió volver su mirada nuevamente hacia el mundo de la historieta, que ya había transitado antes de manera un tanto esporádica. De este modo, preparó unas cuantas planchas de tres posibles series que abordaban la temática policíaca (Nuri Evans), histórica (El Cid) y de western (Manos Kelly) y las presentó a la revista Trinca, que acababa de hacer su aparición en el mercado editorial español. Fue a partir de ese momento, 1970, cuando su trabajo comenzó a ser más conocido. En Trinca terminaron apareciendo publicados los títulos de Manos Kelly y El Cid, así como una nueva serie (La paga del soldado), caracterizadas todas ellas por un dibujo espectacular y opulento, bastante superior al nivel de sus guiones.
Estos trabajos en Trinca le abrieron las puertas del mercado europeo y en 1974 comenzó a dibujar la serie del oeste Mac Coy para la editorial francesa Dargaud, título que habría de ser publicado en España por Grijalbo y del que llegó a realizar 21 álbumes.
Paralelamente a este western, realiza diversos trabajos para la colección Imágenes de la Historia de la editorial Ikusager, iniciando en plena Transición política una serie sobre la guerra civil española que había pensado desarrollar en unos veinte volúmenes, de los que sólo vieron la luz finalmente cuatro, titulados respectivamente Eloy, uno entre muchos (1979), Río Manzanares (1979), 1936, Euskadi en llamas (1981) y Gorka Gudari (1987). Para la misma editorial dibuja también Roncesvalles (1980) —un soberbio fresco histórico sobre la mítica derrota infligida al ejército del rey franco Carlomagno— y concluye La toma de Coímbra (1982), tercer álbum de su serie El Cid, que había dejado inconcluso en la revista Trinca por el cierre de ésta. En 1984 realizaría La cruzada de Barbastro, cuarto y último álbum de esta misma serie, que también estaba pensada para muchos volúmenes y quedó igualmente inacabada al morir el autor.
Nota sobre su muerte en El País
El dibujante Antonio Hernández Palacios murió el pasado jueves (29 de enero del 2000). La historieta española está llena de nombres señeros que han hecho de este medio un espacio independiente, creativo y desbordante de originalidad. Y entre los más grandes de todos se encontraba Antonio. Su obra es abundante y muy diversa, destacando de manera especial su habilidad para hacer una eficaz transcripción gráfica de los acontecimientos históricos; de sus apasionadas y documentadas biografías, desde Colón, Felipe II y Simón Bolívar hasta un espectacular Roncesvalles, superadas sólo por dos tetralogías, difundidas en una docena de idiomas: El Cid, sobre la vida de este personaje del siglo XI, y Eloy, uno entre muchos, inigualable aportación visual a la guerra civil española. En todas ellas utilizó con impecable rigor una abundante documentación y consiguió reconstruir la historia o, mejor dicho, hacer que la historia aconteciera de nuevo viva y entusiasmante ante nuestros ojos. Pero ni siquiera eso le parecía suficiente. Analizar el pasado lo utilizó para reavivar su memoria y hasta remover su conciencia. Cuestionándose a sí mismo, la obra surgió comprometida pero sin partidismos, con rudeza, la de su carácter franco, pero sin revanchismos, con la humildad de quien ha vivido y sabe lo difícil que es acertar. Algunas influencias marcaron la originalidad de su estilo. Siendo una de las más importantes la de Daniel Urrabieta Vierge, poderoso ilustrador del siglo XIX, del que tomó la técnica del encuadre, la importancia del detalle y la precisión del retratista. Antonio Hernández Palacios nació en Madrid en 1921 de una familia humilde. Cuando llega la República ya está en la calle sobreviviendo y aprendiendo. Chico para todo de un dibujante litográfico, fue testigo privilegiado de una guerra que, como a otros tantos, le echaron encima. En 1937 hizo su primer cartel de aliento para el Madrid sitiado. Y a partir de entonces no paró. Y no sólo trabajó como dibujante. También vivió, soñó y sufrió. En el desierto de nuestra posguerra, rodó por Europa metido en cualquier uniforme. Hizo grandes cartelones para los cines de la Gran Vía, ilustraciones para libros, murales religiosos, retratos de todo tipo, y en la España del desarrollismo se convirtió en una firma importante en el mundo de la publicidad. Hasta que un buen día se cansó y reorientó su carrera por derroteros más creativos. Recorrió mundo. París, Nueva York y, sobre todo, Suramérica. Una larga estancia en Santo Domingo, donde dejó murales, pinturas y esculturas. Recaló en La Habana, donde con la gente de Fidel trabajó en la revista Revolución. Y cuando regresó inició su trabajo en la historieta. Comenzó a una edad en la que otros muchos piensan en jubilarse. Su pasión situó a este medio muy cercano al cine que tanto amó. Desde un principio lo abordó con gran dominio técnico, contribuyendo de forma decisiva a sacarlo de los infantilismos y banalidades en los que estaba sumido. Trabajó siempre con la ilusión de los 20 años. Y eso hizo de él un espíritu inquieto siempre proclive a la innovación. Madrugaba para crear y trasnochaba para aprender. Sólo así se explica la ingente obra que deja tras de sí. Un legado de suma importancia para las generaciones venideras. Un documento imperecedero para acicate de la curiosidad histórica. Una maravilla artística y narrativa que hará perdurar el nombre de Antonio Hernández Palacios. (ver mas).
- Drako de Gades
- La Paga del Soldado
- Rocenvalles
- Manos Kelly
- El Cid
- El Libertador Simón Bolivar (gracias a Oudeis)
- Garín (gracias a Egatosh)
- Felipe II (gracias a Egatosh)
- Historia de Andalucía (gracias a Egatosh)
- Historia de la Guerra Civil Española I-IV (Eloy y Gorka) (gracias a Egatosh)
- Los Derechos Humanos (gracias a Egatosh)
- Carlos V (gracias a Egatosh)
- Los Cantos de Maldoro (gracias a La Salamandra)
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- El Libertador Simón Bolivar.
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- Los Derechos Humanos
- Carlos V
- Los Cantos de Maldoro
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