Se cumplieron 500 años de la muerte de El Bosco. Uno de los artistas más fascinantes de todos los tiempos. Su obra entera genera asombro pero hay una -en particular- llena de misterio y que despierta admiración porque es y seguirá siendo indescifrable. Personas de la cultura compartan sus impresiones.
FUENTE
Por Camila Reveco
Periodista cultural con especialidad en artes plásticas
Enigma, inquietud, desconcierto, fascinación, curiosidad, impacto, intriga, duda. Todas estas palabras y quizás otras que aún no se han inventado aparecen frente a esta genial pintura, el tríptico "El Jardín de las Delicias".
Un cuadro muy famoso creado por un pintor (para nada convencional) y del que se sabe muy poco. Un cuadro plagado de lujuria y deseo sexual: las delicias hechas pecado, la vida gobernada por las pasiones y el exceso, la corrupción de la carne.
¿Qué quiere decirnos El Bosco? ¿advertirnos del mal inminente? ¿devolvernos a ese Paraíso del que hemos sido expulsados por degenerados? ¿mostrarnos el Infierno artificial y corrompido que habitamos?
Los puntos de vista de personas ligadas a distintas áreas del pensamiento (artistas e intelectuales, todos unidos por el amor a la pintura) se reúnen en este artículo para compartir sus opiniones sobre esta fascinante obra y su autor. Las voces han logrado en su conjunto formar un amplio abanico de posibilidades de "ver". Es un mosaico fascinante por lo rico y variado.
Para cerrar y dejarlos con la mejor parte, sólo contarles que este tríptico (que jamás estuvo en una Iglesia) sigue siendo en la actualidad una de las obras más populares y visitadas del Museo del Prado en España (junto con "Las Meninas"). Si hoy nos parece controvertida y curiosa esta representación, imaginen el revuelo que generó en el año 1500.
Javier Arizabalo García
Pintor francés radicado en España
Aun cuando nunca me he sentido atraído por la obra del Bosco, quizás por el desagrado que puede suponer la presencia de tantas “monstruosidades” en su obra, he de reconocer su gran capacidad inventiva y sentido lúdico. Afianzado, como no, en su época, el Bosco también se sale de ella ideando ese terreno ambiguo entre el relato (de la Iglesia), la creativa de seres, formas y paisajes, y el ser humano desorientado. Su hombre y su mujer se hallan inmersos en los delirios de la vida, su disfrute, el placer y entre la pesadilla del sufrimiento o el filo de la muerte. Los volúmenes de sus paisajes -o como estos ocupan y se distribuyen en el espacio bi y tridimensional- me traen a la mente los trabajos de Dalí o Miró en la modernidad. Las curvas y redondeces de toda forma orgánica llevan a una danza rítmica y decorativa. Todo volumen ovoide nunca termina de estar totalmente cerrado, sino que abre una ventana de comunicación entre lo interno y lo externo. En realidad todo es parte de lo mismo, un universo que se incurva. Los extraños personajes animales bien podrían asemejarse a mascotas japonesas o incluso monstruos de leyendas de dicha tradición cultural… aquí podemos ver los paralelismos entre las culturas y como forman las imágenes de las cosas. Todavía no ha llegado la visión unitaria de la perspectiva cónica, ni la representación del aire, todo lo hemos transformando hasta nuestro concepto de la realidad actual y sus cosas, pero por complejidad y análisis que hayamos logrado todavía seguimos inventando, imágenes y objetos, como lo hizo el.
José Luis Rodríguez
Médico sexólogo argentino
Este ha sido realmente un trabajo difícil. Comencé mirando el Tríptico con detalle, la computadora posibilita cosas que escapan al ojo. Y yo escapé a la interpretación por días. Todo ha sido descripto minuciosamente por analistas especializados, no voy a descubrir nada nuevo. Decidí entonces, solamente sentir. Dejé de ver la obra varios días y volví. El panel central del tríptico es el que atrae mi atención inmediatamente. Todo está vinculado al sexo, se manifiestan todas las expresiones, parejas heterosexuales, homosexuales, masturbación, zoofilia. El sentimiento de que el pecado original de la primera tabla no tiene otra forma de expresión que la sexualidad. La primera sensación es la de estar frente a la admonición, esto está mal, es pecado, no lo hagas, es pasajero como las frutas. Es moralista, es una visión crítica de todo lo que muestra. Pero, justamente lo minucioso de cada detalle me atrae. Es muy difícil describir con palabras o imágenes las acciones que uno nunca ha visto ni ha realizado, y cada acción es demasiado precisa. Demasiado precisa como para no haberla conocido. No puedo aventurar de ninguna manera que el Bosco haya realizado o no estas prácticas sexuales, pero lo que siento como moralizante en un inicio, no deja de ser fascinante. Es sentir la seducción de lo horrendo; este falso paraíso no deja de ser profundamente humano, amado o temido. La observación o la práctica permiten representar las variantes de manera expresa o metafórica, si pueden ser observadas es porque pueden realizarse, si pueden realizarse, están en nuestra naturaleza. Si están en nuestra naturaleza ¿qué es lo normal?
Carlos Manuel Salazar Ramírez
Pintor de Costa Rica
Si Leonardo Da Vinci fue el más sabio, Miguel Ángel el más titánico, o Rembrandt el más pintor de los pintores… El Bosco es el genio entre los genios, y el triplico “El Jardín de las Delicias” la obra más enigmática, hermética y simbolista de la historia del arte: cuenta la historia de la humanidad. En el tríptico abierto, de brillantes colores que contrastan con la grisalla, el pintor incluyó tres escenas que tienen como único denominador común el pecado, que se inicia en el Paraíso del panel izquierdo, con Adán y Eva, y recibe su castigo en el Infierno, del panel derecho. El panel central muestra un Paraíso engañoso a los sentidos, un falso Paraíso entregado al pecado de la lujuria. En el panel central, que da nombre al tríptico, el Bosco ha representado un gran número de figuras humanas desnudas, salvo la pareja del ángulo inferior derecho, que se suele identificar con Adán y Eva tras su expulsión del Paraíso. Hombres y mujeres, blancos o negros, aparecen en general en grupos o en parejas, manteniendo relaciones -algunas contra natura- con una fuerte carga erótica alusiva al tema que domina la tabla, el pecado de la lujuria. Todo en el Bosco es intencional o simbólico, por lo que, los invito a investigarlo; se encontraran con la obra más fascinante jamás pintada.
Gisela Banzer
Diseñadora en comunicación y artista plástica argentina
Jheronimus Bosch es uno de mis artistas favoritos. En sus obras encuentro una combinación perfecta de técnica, imaginación, inteligencia y humor ácido. Me parece muy interesante su capacidad de introducir conceptos morales por medio de la sátira y la fantasía, un claro ejemplo es “El Jardín de las Delicias”. Si bien se han hecho muchos estudios e interpretaciones, siempre seguirá siendo una obra magnífica y enigmática. Querer interpretar cada centímetro de la misma es casi una tortura, siento que El Bosco juega con nosotros llevándonos de lo superficial a la profundidad abismal en una pincelada. En cada recorrido visual encuentro algo nuevo, un guiño, como si el autor estuviese hablándome en exclusiva. Diciéndome: ¡al fin lo viste!
Darío Irusta
Estudiante avanzado de comunicación social, argentino
En una primera lectura, y a pesar del alto contenido de detalles, la obra parece contarnos claramente eso que como humanidad hicimos mal. Pero una lectura más en detalle puede revelarnos que tal vez no fue tan así. En la primera pieza casi uno no puede ver a otros personajes más que a Adán y Eva en el paraíso y a Dios quizá explicándoles que no deben comer de la fruta que dan prácticamente todos los árboles que componen el bosque del fondo. La mirada de Adán, aunque ingenua, parece sospechar algo. Sin embargo lo importante aquí no es cómo uno mira esta primera parte sino cómo lo mira ella a uno. Detengámonos un segundo en las miradas de la jirafa o del perro sin patas delanteras y ya desconfiaremos un poco de la versión de Paraíso que teníamos. Aunque la mirada letal, perturbadora, y probablemente la que llevó a Eva y a Adán a hacer lo posible por salir de allí es la de esa fuente con sonrisa socarrona y mirada maligna con la que ningún ser querría vivir eternamente. En la parte central de la pintura casi se puede escuchar la música armónica indicando que todo está bien, aun cuando se está cometiendo el capítulo imperdonable de la humanidad. Muchos juegan y comen de la fruta prohibida, pero qué más da, eso era en el Paraíso y de ahí ya fueron expulsados. Todos, también, parecen llevarse bastante bien entre sí. Nadie parece sufrir. Salvo uno que, y eso es lo que inquieta aquí al observador, no aparece retratado en esta parte: Él. En la tercera parte un personaje sobresale entre tanta oscuridad y sordidez, y un detalle devela la historia oculta. Una especie de ave-humana sentada en un banco dándose un festín de pecadores. Ave de la cual se despliega una tela cuyo color nos revela de quién puede tratarse si tan solo volvemos a observar la primera parte. El que lo prestidigitó todo, el que planeó, creó y ejecutó su propio festín.
Adriana Villagra
Artista plástica paraguaya
“El Jardín de las Delicias” es una de esas obras maestras que sobrepasan la barrera del tiempo y el espacio. El Bosco, sin darse cuenta, ya era un artista surrealista cuando ese término no se conocía en la época que pintó la obra. Sin embargo, siglos después, su legado sería innegable en la gestación del movimiento surrealista y varios artistas, entre ellos Dalí, reconocerían su influencia en sus obras. “El Jardín de las Delicias” es una pintura que vista desde esta época es totalmente contemporánea y no pierde vigencia en más de 500 años. Es una creación cargada de simbolismos y enigmas que El Bosco plasmó magistralmente para ahondar en lo más profundo de la psiquis humana dejando entrever las miserias, contrastes, pasiones y desenfrenos con una estética grotesca que impacta los sentidos y se proyecta a la actualidad. Sin duda alguna, El Bosco, es un artista capital en la historia del arte que mantiene su vigencia. Su mensaje no perece; al contrario invita a reflexionar y cuestionar nuestro origen y destino como humanidad.
Mariana Ferreyra
Economista con máster en Finanzas, argentina
“El jardín de las Delicias” nos enfrenta a la alienación humana cegada por el goce del consumo. La escena central está plagada de tensión, alienación y desasosiego. Un desborde del "ahora" que niega el transcurrir de la vida misma, frente a la ausencia de niños y ancianos. Cegados por nuestro goce individual nos amontonamos para consumir aquello que nos ofrece la inmediatez. No hay deseo, ni placer. Luego, El Bosco nos predice el destino de esta humanidad que es devorada por la hegemonía destructiva de sus propios monstruos. Es sometida a sistemas de poder que nos consumen la vida y nos excretan al estiércol junto a nuestras monedas de intercambio. Una humanidad que siendo dominada por las apuestas de alto riesgo y la corrupción, nos lleva a ceder nuestra propia existencia. La destrucción absoluta de los recursos naturales... Un último árbol seco y apenado con troncos quebradizos me mira interpelándome. Está muy saturado. Respondo a esa mirada y cierro el tríptico. Siento la paz frente a esta bellísima tierra de minerales y vegetales. Me pregunto si El Bosco nos está convocando a unir todas las paletas de colores de la humanidad, para repintar un “Nuevo Comienzo”…
Ricardo Fernández Ortega
Pintor mexicano
Es una de las obras más completas de la historia. Muy por encima de íconos como la Mona Lisa y cualquier cuadro de Van Gogh. Fue un verdadero oráculo que anticipó el surrealismo, el realismo mágico y, me atrevo a decir, que gran parte de la filmografìa post apocalíptica abreva en esta gran pieza. Es una bendición que su popularidad relativamente moderada permita apreciarlo en el Museo del Pardo con cierta calma y sin conglomerados profanos. De su autor solamente puedo decir: GENIO.
Graciela Reveco Manzano
Escritora argentina radicada en Brasil
La pintura es un espejo oculto en la ventana cerrada, que luego su genio abrirá al mundo. El espejo enrostra la soledad que dimensiona su “yo”, y la soledad es la sedición sobre los interrogantes de la conciencia para visualizar un contenido y llegar a la respuesta del misterio de la muerte como parte de la vida, con la perspectiva del placer como principio del dolor. Dura probidad que lo conduce a dividir en sectores la esencia que lo nutre desde que toma conciencia de lo real; un grito de rebeldía sobre la noción del origen, desde la señal de evolución como reflejo del relámpago (primer cuerpo, cerrado, alude a la cuna global que será el sustento del recién nacido) hasta el encumbramiento del alma en el paraíso que sostiene la carne con el hueso (cuerpo abierto, lateral izquierdo) frente a las pasiones que fragmentarán su espíritu en delicioso desenfreno y lujuria, con trazos minuciosos y exigiéndose al máximo (cuerpo abierto, centro) y determinará finalmente la oscuridad que castiga la indisciplina moral (cuerpo abierto, lateral derecho). El Bosco ilustra magistralmente en esta obra la magnitud de sus demonios interiores, el principio y el fin, el paraíso y el infierno, y en el centro de la razón, como una retina implacable que observa y juzga, la piel en ejercicio, la humanidad pura e imperfecta como símbolo del placer, múltiples figuras alegóricas en movimiento constante cuya base son las Creencias, el artista su primer subordinado y su obra la consecuencia, consciente de que regresará impuramente virtuoso al origen de todas las cosas, pero con un legado de eternidad sobre la tierra.
El Jardín de las Delicias de El Bosco
Permanecer es el legado de la órbita universal
en la ventana cerrada
pincelada en los postigos del arte cognitivo
frente al espejo de la conciencia en ristre
tejido innumerable de líneas cerebrales
color postizo a la palabra encubierta del goce
cuna circular que derrama primero agua y carne blanca
luego sangre y agua desde la costilla ultrajada.
La inmensidad de la fuente en el líquido primigenio
primer reflejo de vida sin alma
más tarde ventana abierta y a la distancia los huesos vivos
solo cuerpos en movimiento
infinidad de puntos y ondulaciones de la mente al descubierto
glorifican sin laureles el umbral del yo en el universo
espejo de soledad en la vena urticaria
paraíso sentencioso de pasiones vitales
lujuria en los pies descalzos
ventura de la piel liberada al hartazgo
metáfora del ergo triangular del género
y la espada que mide su cópula
en cualquier época calendaria al juicio de las creencias
fe subliminal en territorio del poseso
gloria y pecado sobre el andamio que contendrá su ego
por la ignorancia que inquiere a su génesis
sobre el dolor y el placer de mácula insolada
que pretende liberar la sujeción de manos a su escalera en descenso
aunque sienta que volará su alma como un pájaro muerto
preguntas sin respuestas
enlazadas al orgasmo de impericias carnales
placer y dolor en el medio de los ojos inexactos
múltiples recovas que pretenden su máximo jardín de sueños
con su tiara de espinas sobre la cabeza
hasta ganar del sol la oscuridad impostergable
minúsculo punto de color que borra bajo la lluvia su quilate
y vagará en el misterio eterno
para diagramar la luz con el color del regreso
desde otra ventana que se abre
desde otro espejo en la mirada
desde otro círculo universal que finalmente lo ampare.
Uri Negvi
Pintor uruguayo radicado en Argentina
El tríptico El Jardín de las Delicias es un fiel reflejo del pensamiento de El Bosco, de su filosofía y del momento histórico en que vivía. Yo encuentro en la temática de esta obra una gran influencia de Dante Alighieri con su “Divina Comedia”. Habla del sufrimiento, de pecadores y de las consecuencias divinas que caen sobre el humano por sus actos. Si bien la obra es conocida por el Jardín de las Delicias, éste nombre pertenece solo al panel central de la obra, siendo el primer panel “El Paraíso” y el tercero “El Infierno”. Dejando como el de mayor tamaño y elaboración, el central, donde vuelca la mayor fantasía, humor y crítica sobre la sociedad de esa época. Puebla el paisaje con plantas exóticas, monstruos y objetos imposibles, ubicando al humano como un gusano que anda en un mundo de misterios y consecuencias. La diferencia de esta pintura con la de otros de su época, es que el resto de los artistas procuraron pintar al hombre como lo ven por fuera y El Bosco tuvo la osadía de pintar al hombre tal y como lo veía por dentro. Esta obra tiene variadas interpretaciones pero yo me inclino a pensar que es una carga consciente o inconsciente del yugo de la religión sobre el hombre.
Rubén Reveco
Pintor chileno-argentino
Cuando entré por primera vez al Museo del Prado iba en especial por "El Cristo de Velázquez", que está de la entrada a mano izquierda. Vi el cuadro en una pequeña sala, no había nadie más que yo contemplándola... Pero en la sala contigua (mucho más grande) había un hervidero de turistas y amantes del arte. Me asomé curioso y en un extremo vi un grupo de cuarenta personas, más o menos, amontonados ante la obra: era "El Jardín de las Delicias", de El Bosco.
La pintura de Velázquez representa la muerte de Cristo en la cruz. Es una obra minimalista, solitaria, silenciosa... La pintura del holandés, en cambio, es el bullicio propio de la multitud. Muestra la vida del hombre en su exceso, lujuria y temor ante lo irremediable. Tal vez El Bosco se inspiró en Sodoma, esa ciudad del pecado que termina pagando por esa búsqueda incontenible de placer. Si bien son pinturas muy diferentes las dos son obras de arte.
Con los años comprendí que el ser humano además de ser un ente irrepetible, silencioso e introspectivo, es también un ser sociable y que depende de otros humanos para realizarse como tal.
El Jardín de las Delicias siempre ha estado rodeada de admiradores porque en su conjunto nos identifica como especie. Delata nuestra naturaleza humana con sus temores, miserias y sueños de trascendencia que pueden terminar mal. Es una gran obra; es una obra maravillosa.
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