Aficionada a pintar lo que encuentra a su alrededor (personas, paisajes, calles, objetos), su obra es, ante todo, vibrante. La artista platense, radicada en el barrio de San Telmo, lejos de eludir la polémica se refiere aquí a los tópicos más sensibles que habitan dentro del circuito del arte contemporáneo y nos revela detalles sobre su oficio.
Por Camila Reveco
creveco@revistaophelia.com
Cultora de una pintura tradicional y aprendiz del maestro Osvaldo Ernesto Attila (Buenos Aires, 1933-2006), la artista plástica Graciela Genovés (1962) es dueña de una obra alegre, plagada de colores vivos, de luz y de armonía. La suya es una pintura urbana que representa espacios de su mundo cotidiano, siempre en tono intimista y generando un aire de irrealidad permanente. Sus cuadros son una fiesta.
Me gusta que en mis pinturas se note que están hechas acá en Buenos Aires, que están hechas con esta luz, hechas con esta gente con la que comparto la calle, el barrio, la cuidad”, dice.
En su trabajo se evidencia la superación de la dialéctica de oposición que caracterizó el arte de las últimas décadas del siglo XX: para la artista no hay distinción entre figuración y abstracción; sus óleos generan un espacio ideal para la convivencia entre estos de modos de ver, y siempre lo logra a través de una atmósfera peculiar que brinda una sensación general de plenitud.
Yo cuando pinto lo que intento es ver y de laguna manera traducir plásticamente lo que veo, y lo que veo no es totalmente abstracto. Tiene un componente abstracto pero también tiene un montón de aspectos reconocibles “de la realidad”, cuenta.
Interpeladora, Graciela pone en duda la idea de la “democratización” del arte contemporáneo que se pregona bajo consignas como “todo es arte” o “todos son artistas”, cuando son cientos los artistas que están siendo, en este momento, excluidos de muchos circuitos de exhibición. Se promociona a los que llaman “artistas conceptuales” o “emergentes”, pero lo emergente resulta ser, en muchos casos, algo vacío de contenido e incomprensible, que poco o nada tiene de ruptura, y mucho menos de vanguardia.
“Dentro de este discurso que aparentemente es tan democrático, tan progresista, se esconde una intolerancia muy grande, porque en base a este discurso, excluyen a artistas de ferias, lugares de exposición, difusión y venta de obras, de los medios de comunicación y de todo tipo de aliciente de la práctica artística”, sostiene.
-Claramente mi trabajo está inscripto dentro de la pintura tradicional. Para mí es importante el lenguaje de la pintura, el lenguaje con el que sea ha pintado durante miles y miles de años y que se ha ido enriqueciendo con el aporte de tantos artistas. En sus productos, las pinturas, forma y contenido no se pueden separar. Si se cambia el contenido se cambia la forma, y viceversa; no necesitan un texto explicativo al lado para ser apreciadas.
-¿Qué opinas, entonces, de las propuestas ligadas al arte “conceptual” que son tendencia?
-Creo que el arte conceptual que prima la narración, el relato y la idea es una expresión válida, un estilo. Simplemente a mí no me interesa… en general me aburre. Desde que Andy Warhol planteó la pregunta poniendo una caja de detergente en una galería de arte, preguntándose si el espacio lograba que el objeto cotidiano se transforme en una obra, han pasado más de cincuenta años. Me parece muy interesante haber planteado esa pregunta, pero no veo la necesidad de repetirla permanentemente.
-Las artes plásticas desarrollan concepto…
-El lenguaje plástico no puede desarrollar una idea de la misma manera que lo hace, por ejemplo, un ensayo escrito. Los elementos del lenguaje plástico, las formas, los colores, no tienen un mismo significado para todas las personas, no son unívocos. En el caso del arte conceptual, la imagen plástica debe ser acompañada por conceptos del lenguaje escrito para ganar en interés, dado que no se desarrolla en sí misma, resultando bastante básica, muchas veces pobre. Yo me sigo quedando con la obra de arte que tiene todo junto: forma, contenido, ideas, aspectos estéticos. Donde no es necesario ir a leer una explicación escrita y pegada al lado. Para graficar la idea, te diría que los pedazos de una escultura griega antigua y rota, siguen siendo cada uno, una obra de arte. Al contrario, si un objeto del arte conceptual se rompe en pedazos solamente se reduce a eso, pedazos.
-¿Te parece que exista polaridad entre el arte más tradicional y el conceptual?
-Yo no hablaría de polaridad, son dos quehaceres: uno está dentro del lenguaje plástico y el otro por fuera. Hay artistas que pueden tal vez pasar de uno al otro sin ningún inconveniente. Para mi es una cuestión de interés. A mí me apasiona el lenguaje de la pintura y no encuentro interés ni tensión, en el arte conceptual, simplemente… bueno, es algo que existe como existen tantas cosas: los autos, las películas…
-Pero sucede que en esta categoría de “arte contemporáneo” la pintura no está contemplada…
–Yo no puedo dejar de ser una pintora contemporánea. Por qué si no ¿que podría ser? ¿Medieval? ¿Renacentista…? Yo pinto hoy y desde este lugar, junto con todos los que dibujamos, hacemos escultura o grabado. Hacemos hoy nuestro trabajo y eso nos convierte en artistas contemporáneos. Creo que hay una gran contradicción en el pensamiento de la posmodernidad.
-¿Cuál es esa contradicción?
-Por un lado se dice que cualquiera es artista, que no se necesita desarrollar un oficio o un arte en el manejo de nada, que sólo se necesitan ideas… Pero sin embargo, para estos sectores que intentan delimitar qué es arte contemporáneo y qué no lo es, todos pueden ser artistas menos los propios artistas que nos hemos formado y que trabajamos en el campo lenguaje plástico tradicional, como parte de la cadena de nuestra cultura. Dentro de este discurso que aparentemente es tan democrático, tan progresista, se esconde una intolerancia muy grande, porque en base a este discurso, excluyen a sectores de artistas de ferias, lugares de exposición, difusión y venta de obras, de los medios de comunicación y de todo tipo de aliciente de la práctica artística.
-¿Crees que sigue siendo la permanencia un valor del arte?
-Si. A nosotros hoy, en el siglo XXI, nos sigue conmoviendo una pintura que pintó Rembrandt en el S XVII, así como nos puede conmover una pintura de Rafael del Renacimiento o una pintura anónima de la Edad Media, o anterior inclusive. Es decir, esa permanencia en el tiempo hace que una obra siga viva para las generaciones futuras y dentro de miles de años o de cientos de años después de que se produjo. Es muy fácil decir “esto es arte” o “esto no es arte”, podemos decir lo que queramos… pero es importante ver qué opinarán las personas dentro de 100, 200 o 500 años -sí es que la humanidad siga habitando el planeta Tierra.
-¿No te sentís sola en esto de desarrollar tu oficio como pintora?
No me siento sola pintando porque hay muchísima gente que está pintando. Tengo muy buena relación con grandes pintores que están trabajando en Buenos Aires como Eduardo Faradje, Daniela Mizrahi, José Eidelman, Fernando O’connor, y muchísimos más que se me escapan este momento. Y si en algún momento quiero otros amigos pintores, me acerco a los que admiré siempre, y con los que de alguna manera diálogo a través de sus obras: Pierre Bonnard, Richard Diebenkorn, Paul Cézanne, y de nuestro país, Miguel Diomede, Eugenio Daneri, Fortunato Lacámera, Raúl Russo… Tantos…
-Hablas de dos actitudes qué diferencia a pintores: una actitud clásica y una romántica ¿de qué se trata?
-Son dos actitudes que se pueden tener frente a la pintura, actitudes extremas, y por supuesto hay un montón de puntos intermedios. Los pintores clásicos en general son muy reflexivos, predomina en su pintura la línea contorno por sobre la marcha. Piensan sus composiciones antes de abordar la tela, hacen bocetos, usan formas geométricas o el número de oro, o lo que fuera para componer. Mientras que los pintores en los que prevalece una actitud romántica -yo me siento más cerca de este grupo-, es más importante la mancha que la línea de contorno. La actitud romántica rescata la mancha por sobre la línea, se lanza a la pintura sin tener tan claro cuál va hacer la composición, se apoya mucha en la intuición y en general es más expresiva. Por ejemplo, en el caso de Matisse, cuya actitud es clásica, podríamos fácilmente recortar la forma de su pintura con una tijera, pero si pensamos en una pintura de Rembrandt o de Monet, quienes son pintores románticos en su actitud, sería muy difícil poder decir dónde termina una forma y empieza la otra. Muchas veces nos sentiríamos muy confundidos y no sabríamos por dónde recortar…
-Osvaldo Ernesto Attila decía que en realidad la línea no existe, qué es un invento de los seres humanos porque en la naturaleza no hay líneas…
-Sí, es una de sus tantas enseñanzas. Toda pintura es abstracta en alguna instancia. También puede ser a su vez representativa de cosas, de personas, lo que se llama figurativa comúnmente. Pero siempre es abstracta en el plano donde juegan determinadas formas y colores. Y forma y color son conceptos abstractos, en el sentido de no representativos.
-En tu obra siempre hay indicios de realidad: guías o conducís, de alguna forma, la interpretación de quien ve… ¿te interesa comunicar de manera efectiva?
-Yo cuando pinto lo que intento es ver y de laguna manera traducir plásticamente lo que veo, y lo que veo no es totalmente abstracto. Tiene un componente abstracto pero también tiene un montón de aspectos reconocibles “de la realidad”: personas, lugares, plantas, objetos. Generalmente cuando empiezo a manchar una pintura, la primera mancha es abstracta, pero por más que funcione como pintura abstracta, yo siento la necesidad de incluir alguna pista, cómo vos decís, ligada a la representación. Me gusta que en mis pinturas se note que están hechas acá en Buenos Aires, que están hechas con esta luz, hechas con esta gente con la que comparto la calle, el barrio, la cuidad.
-Hay mancha, luego línea… ¿y después?
-Primero mancho y después sigo pintando. Después vuelvo a dibujar… Generalmente empiezo de la mancha y luego dibujo encima. La mancha tiene tamaño, dirección, forma… es decir que también uno está dibujando cuando está manchando. Para mí el dibujo, entendido de la manera abstracta, es un componente enorme en la pintura y tiene una participación como del 70% tal vez. Es decir, el dibujo es composición, es la distribución de los tamaños en el campo plástico, de ahí todo lo demás.
-¿Cómo se entiende que logres una paleta tan llamativa sin usar demasiada cantidad de colores?
-Entiendo la saturación como una de las dimensiones del color, su grado de intensidad o de pureza; en este sentido el color tiene una fuerza enorme. Muchas veces utilizo la metáfora de que pintar es como subir a un fórmula 1, apretás el acelerador y salís a 300 kilómetros por hora. El color tiene esa misma fuerza. Entonces la manera de que el cuadro no salga de pista es dar un orden por tamaños de color. Es decir, se necesita que una identidad, un tono -como por ejemplo el azul o el rojo-, sea el dominante… -era lo que decía Henri Matisse que reconocía un dominante, un subordinado y un acento-. Un color tiene que dominar, otro tiene que estar subordinado al primero, es decir, ocupar menor extensión en el campo plástico y el tercero tiene que ser más pequeño. Si uno sigue estas reglas de las zonas de color, de los tamaños de color, puede tranquilamente trabajar con el color intenso y muy saturado sin correr el riesgo de que el cuadro se parta en dos o en tres pedazos. Por otro lado la relación entre estas identidades de tonos, de colores, es lo que da el resultado de impacto: cuanto más alejados son estos tonos entre sí, mayor va a ser el contraste. Pintar es básicamente manejar los contrastes de manera que, como decía Pierre Bonnard, uno pueda aclarar y oscurecer los colores sin decolorarlos; sin que pierdan su fuerza.
-Por último, considerando lo rica y variada que es la pintura contemporánea ¿que impresión tenés sobre las discusiones en torno a la clásica antinomia que hubo entre la figuración y la no figuración en los 60?
–Para mí no hay rivalidad en absoluto. Me parece que todo es pintura y que toda pintura figurativa tiene un componente o una cara abstracta. Quizá en ese momento se discutió porque era algo muy reciente y no estaba la distancia como para ver que en realidad era todo lo mismo, que era todo pintura: un juego de forma y color. Se veía como algo separado o prácticamente antagónico. Sin embargo hoy lo vemos como una continuidad, un crecimiento, una expansión. Me parece que es algo que tiene que ver con la mirada porque cuando es demasiado cercana hace que sea más difícil ver, cuando pasa el tiempo y lo vemos a la distancia podemos dimensionar mejor lo que ha sucedido. También creo que esa discusión tuvo relación con posturas políticas. Se le requería a la pintura dar respuestas a problemas que no se si son propios de la pintura, como los sociales y políticos. En ese sentido la pintura figurativa puede hablar -entre comillas- de otros temas, puede mostrar situaciones de injusticia, de angustia, de desgarro…algo que la pintura no representativa no puede hacer tan directamente.
-¿Por qué?
-La pintura abstracta tal vez está más limitada, aunque también puede tener connotaciones o resonancias pero no está explícito. En la pintura todo es muy relativo, todo puede verse distintos puntos de vista y esa riqueza de lectura que tiene es la que hace que nos siga interesado la pintura de otras sociedades, otros hombres, y otras épocas ♦
GRACIELA GENOVÉS / BÁSICO
Nació el 24 de octubre de 1962. Se graduó como profesora y Licenciada en Artes Plásticas en la Universidad Nacional de La Plata. Posteriormente estudió y se perfeccionó en el taller de Osvaldo Attila. En 1989 comienza a trabajar como docente de Dibujo en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata y como ilustradora para editoriales. Actualmente se desempeña como docente de pintura en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, y en su taller particular. Expone regularmente en la galería Zurbarán de Buenos Aires, además de realizar múltiples muestras en el país y en el exterior.
-Foto de artista: Gabriela Adeff
-Transcripción a cargo de Abigail Huerta / ahuerta@revistaophelia.com
-Agradecimiento especial a Javier Zenteno de Galería Zurbarán
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