"La niña que sonríe". Dibujo sobre cartulina.
"Iglesia", dibujo a lápiz sobre cartulina (80 cm x 120cm.)
En aquel entonces, estaba finalizando mis estudios en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile y, al igual que ahora, debatía entre lo religioso y lo secular, entre la fe y el ateísmo. Lo que tenía claro era que la creatividad requería esfuerzo y que ese trabajo debía buscar la belleza. En esa época, al igual que ahora, el realismo no era valorado en las escuelas de arte y algunos jóvenes como yo resistíamos a las corrientes modernas con resultados diversos...
Pero enfoquémonos en el tema. Para un artista, las iglesias tienen un atractivo especial. Su arquitectura antigua, monumental y espiritual las convierte en un tema atractivo y desafiante para cualquiera. Recuerdo que en aquel entonces el objetivo era la "perfección del centímetro cuadrado", es decir, lograr con un lápiz de 0,5mm superficies tan uniformes en el papel que parecieran no tener errores. En algún momento alguien dijo: "No temas a la perfección porque nunca la alcanzarás". Éramos jóvenes e idealistas, y creíamos que la perfección dependía solo de nuestras manos. Han pasado algunos años, y aunque el objetivo no sea tan ambicioso, el espíritu es el mismo. El pintor o dibujante realista debe creer que puede lograr obras perfectas, aunque falle una y otra vez en el intento. Solo así logrará un trabajo que provoque impacto y emoción, dos de los objetivos fundamentales de la creación artística, hasta que en el siglo XX fueron reemplazados por la incomprensión y la indiferencia. Corresponde al realista rescatar el arte del establishment y del mercado. Para muchos puede parecer imposible, pero estamos acostumbrados a propósitos y obras imposibles.
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