jueves, 13 de abril de 2023

El beso en la antigua Roma

 

En tiempos del emperador Augusto (hacia el año 30 a. de C.) se hizo costumbre en Roma el beso como fórmula de saludo entre los varones romanos, y especialmente entre los nobles y patricios.


Durante el imperio de Claudio I, al desatarse una epidemia de erupciones cutáneas, pudo comprobarse que la enfermedad sólo afectó a los varones patricios, y no a las capas medias y bajas, ni a las damas de cualquier estrato, ni tampoco a los esclavos, lo que hizo deducir que el vehículo de contagio era precisamente aquella costumbre del beso. No obstante, la moda continuó, extendiéndose al poco, ya en tiempos de Domiciano, al resto de ciudadanos romanos (de lo que, por ejemplo, se quejaba el poeta Marcial, al señalar que era imposible sustraerse en Roma a esa forma de saludo y que, por tanto, se hacía incómodo pasear por la ciudad).

Escultura ibérica representando un beso.



Un beso, el alcoholímetro de la antigua Roma

Pese a la idea que nos han vendido en las películas, de una Roma liberal y libertina, en la que los placeres mundanos eran el pan de todos los días; lo cierto es que la virtud sexual, la modestia y la honorabilidad de una familia era algo muy importante.
Prueba de ello, las mujeres casadas y respetables, debían besar todos los días a su marido en la boca, y no precisamente como una muestra de afecto, sino que era una obligación estipulada en ley, con lo que el marido corroboraba que la mujer no había consumido vino en su ausencia.
Esta práctica, llamada “ius osculi” (derecho al beso) no era exclusiva del marido, sino que también los parientes de éste podían ejercer su derecho a besarla en la boca para comprobar que seguía siendo respetable y no había bebido alcohol.
En la antigua Roma, existía la creencia de que el alcohol estaba indiscutiblemente unido al adulterio e incluso que tenía propiedad abortivas; por lo que se consideraba que si una mujer bebía, aumentaba el riesgo de que ésta fuera infiel a su marido.
El solo hecho de encontrarla en posesión de las llaves de la bodega o de haber estado ausente sin compañía de un miembro masculino de la familia bastaba para despertar las sospechas. La ley establecía que el derecho al beso podía y debía observarse cada día. Eso no significa que lo ejercieran siempre, aunque los maridos más conservadores querrían comprobar la honestidad de su mujer cuando volvían de trabajar.
Por ello en los primeros años de historia de Roma las mujeres tenían completamente prohibido el consumo de alcohol. Y dar positivo en este control podía costar desde una paliza, al repudio o incluso la muerte. Tal fue el caso de un romano llamado Egnacio Mecenio que, según Valerio Máximo, mató a golpes a su esposa por haber bebido.
Beber tenía el mismo castigo que el adulterio, para ellos era lo mismo, y explica Plinio el Viejo que a menudo las mujeres eran condenadas a encierro en una habitación de la casa donde se les dejaba morir de hambre.
No obstante, esta prohibición se perdió con el paso del tiempo, y las mujeres comenzaron a beber sin problemas, en privado y en público.
Varios historiadores de finales de la República y principios del Imperio hacen mención a este derecho, que según la tradición habría sido establecido por Rómulo, el fundador de Roma. Estuvo vigente como mínimo hasta el reinado del emperador Tiberio (14-37 d.C.).
La prohibición solo valía para las mujeres consideradas honestae, es decir respetables. Un mundo aparte eran las llamadas probrosae, las “desgraciadas”, un término que engloba todas las ocupaciones que los romanos no consideraban respetables en una buena mujer: prostitutas, bailarinas, actrices, cantantes o camareras, entre otras. (F)


ANEXO

El beso es algo tan antiguo como la humanidad misma. En su origen, el beso en la boca suponía la unión y mezcla del aliento de aquellos que se besaban. El aliento era la señal de vida, era considerado ese algo, extraño, como el alma misma, que hacía vivir a la persona y, con el beso en la boca, las dos almas se fundían en una. Romántico ¿eh? La representación que tenemos en la fotografía, desde hace muchos años me ha parecido de un encanto excepcional. Es sublime. Es capaz de sugerirme, casi como si pudiera hablar, infinitamente, más que muchas fotografías modernas. Este es un beso de enamorados, aunque, en verdad hay muchísimos tipos de beso y todos de una u otra manera reflejan una acción amorosa, fraternal o de amistad ( hasta el beso de Judas, otra variante). El beso es, en cierta manera, dar un poco de tu alma a la persona a quien besas ¡Vivan aquellas dos almas que se funden en una! ¡Vivan los besos!



Ya lo decía Gabriela Mistral

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

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