sábado, 27 de mayo de 2023

Historia del Far-West (3)

"Historia del Far-West" fue el nombre original de esta publicación aparecida en capítulos en la revista Mampato a fines de los años ´60, del siglo XX. Es un excelente resumen de una época apasionante en la historia de Estados Unidos. Themo Lobos supo ilustrarla con una buena cuota de humor.


Hacia el Oeste

Las caravanas compuestas por los típicos carromatos con toldos blancoas, iniciaban a orillas del río Misuri penosos viajes que durarían varios meses. Apenas amanecía los hombres reunían los animales para engancharlos a los carros, mientras las mujeres preparaban la comida y recogían los enseres. El guía, a menudo un "frontiersman" (hombre de la frontera) o un trampero, daba la señal de partida y se viajaba durante todo el día, a veces bajo un sol quemante, otras veces bajo una lluvia torrencial. Al anochecer, los carromatos eran colocados formando un círculo para defenderse mejor de los indios. El número de inmigrantes hacia tierras del Far West fue en aumento, a pesar que muchos morían en el camino o tenían que padecer horribles penurias, como fue el caso de la expedición organizada por los hermanos Donner. Esta caravana tomó un atajo, creyendo que así acortarían camino, pero el viaje no sólo se alargó mucho más, sino que además tuvieron que atravesar un inhóspito territorio en pleno invierno. Para sobrevivir, los integrantes tuvieron que comerse a los compañeros que iban muriendo. De los 89 pioneros, sólo la mitad llegó con vida a California.


Oro, oro

Entre los colonos de California se destacó el suizo Juan Augusto Sutter, quién después de haber huido de su país por algunos negocios algo dudosos, se instaló en el valle del río Sacramento. Allí comenzó a explotar el terreno creando una hacienda modelo. Sus cultivos eran los mejores de la zona y llegó tener varios miles de cabezas de ganado. A la hacienda Nueva Helvecia llegaban las caravanas de inmigrantes, porque allí encontraban ayuda, alimento y trabajo. Todo marcha bien hasta que el 24 de enero de 1824, se presentó ante Sutter su carpintero. El pobre hombre estaba tan tembloroso que ni siquiera podía hablar. En su mano traía un puñado de arena, que había recogido del río, en el cual brillaban varias pepitas de oro. Este hallazgo revolucionó la historia del Oeste. La noticia se difundió como reguero de pólvora y de todas partes del mundo comenzaron a llegar miles de aventureros. Los colonos abandonaron su trabajo y luchaban a muerte contra los buscadores de oro que llegaban del Este. La fiebre del oro se había apoderado de todos. 


Oh, Susana

“Oh, Susana, no llores más por mí” se convirtió en la canción de los buscadores de oro, quienes en 1849 eran 33,000, y 10 años después, medio millón de hombres. Viviendo miserablemente a orillas de los ríos, cerniendo arena durante todo el día y defendiendo a balazos sus hallazgos, los buscadores de oro rara vez se convirtieron en hombres ricos, porque junto con ellos porque junto con ellos llegaron los jugadores profesionales y los dueños de cabaret. Las fortunas en pepitas de oro, encontradas casualmente o reunidas después de largos meses de sacrificio, eran gastadas en una sola noche de juerga en la ciudad de San Francisco. Al día siguiente, partían hacia las montañas en busca de un nuevo golpe de fortuna que los convirtiera en hombres ricos, si no eran muertos antes por los asaltantes o por los indios. Entre 1848 y 1853, los ríos californianos produjeron por lo menos 456 millones de dólares en oro. Esto ocurrió poco después que Estados Unidos comprara California al gobierno mexicano por 25.000 dólares.


El hombre más rico


Mientras para algunos la fiebre del oro había significado la fortuna, para Augusto Sutter fue la ruina. Las caravanas de buscadores de oro se instalaron en las tierras del suizo, mataron el ganado para alimentarse y derribaron los graneros para construirse cabañas y para hacerse fuego. En pocos meses, la hacienda Nueva Helvecia fue destruida por la fiebre del oro. Sutter, abandonado por sus trabajadores, intento también buscar esa fortuna fácil, y aunque no tuvo mucha suerte, no se dio por vencido. En 1850 presentó una demanda en la cual declaraba que el territorio donde se había levantado la ciudad de San Francisco le pertenecía: además exigía una indemnización por los daños cometidos en su propiedad y la expulsión de los 17.000 colonos que habían ocupado sus tierras. Después de un largo proceso, el primer magistrado de California falló a favor de Sutter. Así el suizo se convirtió por algunos días en el hombre más rico del mundo, pero nunca pudo hacer efectivos sus derechos. Los colonos perjudicados provocaron un motín en San Francisco, incendiaron el Palacio de Justicia y uno de los hijos de Sutter fue asesinado. Las autoridades locales no se atrevieron a abrir el proceso y Sutter murió en la más completa miseria. Su cadáver fue encontrado en las escalinatas del Congreso, hasta donde había acudido a reclamar justicia.


David Crockett


Este hombre cruel, pero de una valentía a toda prueba, se transformó en uno de los legendarios personajes del Far West. Crockett nació en Tennessee en 1786. Sus padres eran tan pobres que tenían que “arrendar” a su hijo para que trabajara con otros pioneros más afortunados. Por este motivo, el pequeño David apenas participó en la guerra contra los indios Creek.
Después de dos años de lucha, los blancos masacraron a los indios con una crueldad increíble. En 1821, Crockett ganó por primera vez la legislatura de Tennessee. Sentado en un barril de licor, bebiendo tanto él como sus oyentes, el frontiersman contaba con mucho color sus aventuras y así ganaba cada día más adeptos. Fue elegido varias veces consecutivas, hasta que en 1835 fue derrotado por Andrew Jackson. David Crockett se dirigió a Texas para unirse a los norteamericanos, que luchaban por su independencia contra los mexicanos, participando en la heroica resistencia de El Álamo. Allí pereció en manos de un adversario mucho más numeroso, después de haber vendido muy cara su vida.




Kit Carson

Carson, conocido en la historia del oeste como un notable explorador, nació en Kentucky, en 1809. Apenas asistió a la escuela y sólo cuando adulto aprendió a leer y a escribir lo suficiente como para no pasar por analfabeto. A los dieciséis años escapó de su casa y se unió a una caravana que partía, en 1825, para Santa Fe. En Nueva México comenzó su carrera como explorador y guía de caravanas y, durante la guerra entre Estados Unidos y México, pasó a convertirse en un personaje histórico. Las tropas norteamericanas se encontraban en una desesperada situación y el general Stephen W. Kearny envió a Carson a buscar refuerzos a San Diego. El explorador atravesó las filas enemigas, bajo las mismas narices de los centinelas; se arrastró durante tres kilómetros entre rocas y cactus. Finalmente, caminando 24 horas a marcha forzada llegó a San Diego completamente agotado. Sus hazañas le valieron el grado de brigadier general de los voluntarios. También combatió valerosamente contra los navajos, en cambio, sus relaciones con otras tribus eran más bien amistosas. A pesar de ser un hombre tímido y silencioso, tenía tres esposas: una mexicana y dos indígenas. Kit Carson murió en 1868.


Búffalo Bill

William Frederick Cody nació en Iowa en 1846 y a los 11 años quedó huérfano. Su padre murió dejando a su esposa con seis hijos, un trozo de tierra y muchas deudas. El pequeño William tuvo que hacerse cargo de la mantención de la familia y obtuvo un empleo como mensajero. Así comenzaron sus aventuras. Participó en varias expediciones y a los trece años luchaba ya contra los indios. Su maestro en el manejo de las armas fue el temido “Wild Bill” Hickok. Durante su adolescencia, William Cody fue buscador de oro, trampero, cazador, arriero, explorador y mensajero del “Pony Express”. A los dieciséis años, sirvió en el ejército del Norte como explorador o “scout”. La guerra de secesión había estallado un año antes y los “yankees” necesitaban la ayuda de personas que, como Bill, conociesen la región y supiesen tratar con los indios. Una vez terminado el conflicto, Cody se empleó para proteger a los hombres que trabajaban en la construcción del ferrocarril y, además, se ofreció proporcionarles diariamente carne fresca. Para ello, necesitaba matar doce búfalos diarios. En ocho meses dio caza a 4.280 de estos animales. Desde entonces, pasó a ser conocido como “Búfalo Bill”.


El circo de Búffalo Bill

En 1868, se organizó una gran batida contra los pieles rojas, quienes defendían bravamente sus territorios y las manadas de búfalos, ya que estos animales eran su única riqueza. De ellos obtenían alimentos y pieles para vestirse. Después de dos años de lucha, Kansas y Nebraska estaban libres de indios hostiles y Cody comenzó a ganarse la vida como guía de expediciones de caza. La cacería de búfalos se había convertido en el pasatiempo de moda de los nobles europeos. Entre los muchos clientes de Cody, estuvo el príncipe Alexis, hijo menor del zar de Rusia.
A los 26 años, Búffalo Bill abandonó la vida de aventuras y comenzó a trabajar como actor, actividad que no abandonaría hasta su muerte. El explorador recorrió Estados Unidos y Europa representando en un circo sus propias aventuras con un éxito extraordinario. En sus espectáculos, con muchos indios, cow-boys y abundantes disparos, actuó la famosa pistolera Calamity Jane, su amigo “Will Bill” Hickok y el gran jefe Toro Sentado. Al final de su vida, viejo y enfermo, Cody había dejado de llamar la atención del público. Murió solo y sin dinero en 1916.

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