miércoles, 24 de mayo de 2023

Historia del Far-West (1)

Esta es una serie referida a la conquista del Oeste Norteamericano, publicada originalmente en la revista Mampato, en 1968, e ilustrada magistralmente por Themo Lobos. Sirva también como un homenaje al maestro.






El primer explorador de América fue probablemente un cazador asiático que siguiendo la huella de los renos y caribúes, siempre más al norte, atravesó el Estrecho de Bering, que actualmente separa Liberia de Alaska. Esta extraordinaria  aventura del cazador prehistórico ocurrió aproximadamente hace 20 mil años, durante la última Era Glacial. En aquellos remotos tiempos, Asia y América estaban unidas, y por el puente natural que existía entre ambos continentes cruzaron los futuros habitantes del “Nuevo Mundo”. Cuando Cristóbal Colón descubrió el continente americano en 1492, algunos de los descendientes de los cazadores asiáticos se habían convertidos en pueblos de una cultura que igualaba la del antiguo Egipto, en cambio otros, como las tribus de los apaches y de los navajos, recién se habían instalado en los territorios vastísimos de Arizona y Nueva México.




La conquista al galope

La fácil conquista de Tenochtitlán por Cortés con un sólo  puñado de hombres se debió principalmente a los “perros grandes”, como llamaban los aztecas al caballo, un animal desconocido para ellos, pero que pronto se transformaría en una figura familiar. En la América Latina, el caballo facilitó la conquista española; en el territorio de los Estados Unidos, permitió a los pioneros aventurarse en las praderas y entre los indios provocó un gran cambio: las tribus agrícolas se transformaron en los bravos jinetes guerreros de la historia del Far West.
Españoles, franceses e ingleses llegaron a América del Norte con intenciones bien diversas y que determinaron su comportamiento con los indígenas. Los españoles buscaban oro y respetaban a los indios, siempre que éstos se mostrasen dispuestos a trabajar para ellos y a convertirse en cristianos. Los franceses se interesaban principalmente en el comercio de pieles, por ello sus relaciones con los cazadores pieles rojas eran más bien amistosas. En cambio, los ingleses se interesaban en la tierra y consideraban a los indios una especie de animales dañinos que había que exterminar cuanto antes.




El Dorado

A Ciudad de México llegó un día de marzo de 1536 un hombre barbudo y cubierto sólo con harapos. Se llamaba Álvaro Núñez, “Cabeza de Vaca” y aseguró haber visto algo fabuloso; una ciudad de oro gobernada por un indígena llamado El Dorado. El hidalgo Hernando de Soto, muy entusiasmado por el relato, partió hacia la Florida en busca del oro y la gloria que Pizarro había encontrado en Perú y Cortés en México, pero sólo halló unos pocos indios primitivos, que aprovechó de convertir al catolicismo y a declararlos súbditos del rey de España. Si los indios no obedecían o simplemente no entendían de qué se trataba todo el asunto, eran muertos sin piedad. Hernando de Soto fue el primer blanco que vio al “Padre de las Aguas”, el gran río Misisipi, y cuando murió, devorado por la fiebre y sin haber  encontrado ni un gramo de oro, sus hombres lanzaron el cadáver al río, temiendo que si los indios descubrían que los “dioses blancos” también podían morir, los asesinaran a todos. Eliminando de esta manera el terrible peligro que podía cernirse sobre sus cabezas al llegar a descubrir el cadáver de su jefe.



Las potencias europeas habían instalado sus colonias en América del Norte, encontrándose bajo el dominio español la zona de Florida, Texas, Nuevo México y California; en el Canadá, los franceses tenían la colonia Nueva Francia y en Estados Unidos estaban los ingleses. Por supuesto que existía rivalidades entre estas posesiones y los blancos recurrían a la ayuda de los indígenas para hacerse la guerra. Por ejemplo, los indios iroqueses armados por los ingleses se convirtieron en el terror de los franceses. Por otro lado los conflictos europeos eran seguidos por una guerra entre las colonias. Si al rey Luis XIV se le ocurría pelear contra Inglaterra, en Norteamérica se agarraban las colonias francesas e inglesas. Cuatro fueron las guerras coloniales relacionadas con conflictos europeos, abarcando un período de casi un siglo, y, en todo este tiempo, no hubo ni un día de paz en la frontera, porque los indios continuaban asaltando y matando a los pioneros, hubiese guerra o no.



Los padres peregrinos

Eran apenas 102 los colonos que llegaron a Estados Unidos en noviembre de 1602, a bordo del “Maryflower”. Perseguidos por su religión en Inglaterra, habían partido de Plymouth en busca de un lugar para establecerse libremente y la Compañía de Virginia les otorgó la autorización para instalarse en Nueva Inglaterra. Durante los tres meses de trayecto, los llamados “padres peregrinos”, redactaron el Covenant,  que fue la primera constitución norteamericana. Igual que su jefe, William Bradford, eran personas sencillas y de escasa cultura, algunos apenas sabían leer la Biblia, pero eran esforzados y trabajadores. En un comienzo, las privaciones fueron terribles y al término del primer invierno más de la mitad de los colonos había muerto. Sin embargo, ni la adversidad ni los indios lograron vencerlos. Luchando con la Biblia en una mano y el fusil en la otra, los peregrinos lograron implantar las bases de una próspera colonia en Massachussets y fundaron la ciudad de New Plymouth.




Mosquetes y Tomahawks


Cuando los nuevos colonos se establecieron en Estados Unidos, la lucha entre blancos e indios se había igualado. La sorpresa que causaron las armas de fuego ya había pasado. Habituados a los sonoros disparos, comenzaron  a presentar una fiera resistencia a los pioneros para retener su avance. Así fue como el tomahawk, el hacha de guerra de los pieles rojas, y el mosquete de los fusileros se enfrentaron en el campo de batalla. Además, el lento manejo de los fusiles era aprovechado sabiamente por los indios, quienes ganaban ventaja con el rápido manejo del arco y la flecha; en el tiempo que un colono necesitaba para cargar su mosquete y para apuntar, los indios podían disparar veinte flechas y atacar al descubierto sin temor de ser abatidos. La época del Winchester y del Colt estaba aún muy lejana.


¡Viva el rey!

Ninguna victoria de los pieles rojas sobre los blancos puede ser comparada con la obtenida el 9 de julio de 1755 por el jefe Pontiac y sus guerreros, quien era aliado de los franceses en la defensa del Canadá. Gritando “¡Viva el Rey!”, los pieles rojas cayeron de sorpresa sobre el general inglés Braddock y sus 2500 hombres. Uno de los pocos sobrevivientes de la batalla fue el joven teniente llamado George Washington. Cuatro fueron las guerras que Inglaterra sostuvo con Francia, por el dominio de Norteamérica y que culminaron con la derrota definitiva de los franceses en Québec y Montreal y con el Tratado de París (1763) que puso fin al dominio francés. Uno de los cuerpos voluntarios que más contribuyó a la victoria inglesa y a la conquista del Canadá fue el de los legendarios exploradores “Rangers”.


Tierra sangrienta

En 1769, buscando nuevos campos de caza, Daniel Boone llegó a Kentucky y lo definió como “un verdadero paraíso terrestre”. Una vez que el territorio fue declarado propiedad del estado, el explorador se convirtió en el guía de numerosas caravanas de pioneros. Pero el paraíso se transformó muy pronto en un sangriento infierno cuando centenares y centenares de colonos, entre ellos un hijo del propio Boone, fueron muertos por los feroces indios Shawnee. Vestido siempre con un traje de cuero, con un gorro de piel de castor y calzando mocasines indios, Daniel Boone fue uno de los primeros “frontiersmen”, hombres de la frontera, quienes gracias a su valentía y a su conocimiento de la naturaleza, fueron los que abrieron la peligrosa ruta seguida por los miles de colonos que poblaron el Oeste. Mientras Kentucky se convertía en una tierra "civilizada", llegó la hora para los pioneros y los exploradores de combatir en dos frentes: continuar la lucha con los pieles rojas y enfrentarse con los regimientos ingleses. La guerra de la independencia había comenzado.

Continuará

1 comentario:

  1. Habría que recordar, si no estoy equivocado, que la "tradición" de cortar cabelleras la originaron los ingleses y los franceses, para que las tribus indias aliadas demostrasen sus victorias.

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