domingo, 11 de junio de 2023

Los estigmas de San Francisco de Asís

 

El santo italiano San Francisco de Asís (1181-1226) es la primera persona conocida que sufrió un estigma. 
En 1224, vio un radiante ángel ardiente con seis alas que llevaba a un hombre crucificado en el monte Alberno en los Apeninos. Tras esa visión, cayó en trance extático y aparecieron unas heridas en sus manos, pies y costados, como si él mismo hubiera sido crucificado. La autenticidad de estos estigmas fue comprobada por los Papas Gregorio IX y Alejandro IV.



Los estigmas

San Francisco de Asís recibiendo los estigmas según José de Arce, imagen del siglo xvii, titular de la Parroquia de San Francisco de Asís y Santuario Mariano de Nuestra Señora de la Soledad, Las Palmas de Gran Canaria, Canarias.
Francisco asistió en junio de 1224 a lo que fue su último capítulo general de la orden. Hacia principios de agosto decidió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para este viaje a algunos de sus compañeros: León, Angelo, Illuminato, Rufino y Masseo, a quien el poverello puso al mando del grupo.
Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando, quien llevaba provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a manera de celda, donde después se aisló. La oración ocupó un lugar central en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el silencio y soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose, ayunando, e incluso, gesticulando.
En ese lugar, fray León fue testigo de los actos de su soledad: lamentos por el futuro de la orden y estados de éxtasis. Al saber que era espiado, decidió irse a un sitio más apartado en una saliente de montaña. En la fiesta de la Asunción Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días.
Por órdenes del poverello, fray León lo visitaba dos veces para llevarle pan y agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de León, este fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por ocurrir. Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.
Probablemente el 14 de septiembre de 1224,​ oró para recibir dos gracias antes de morir: sentir la Pasión de Jesús, y una enfermedad larga con una muerte dolorosa. Después de intensas oraciones, entonces en un trance profundo —según relato de San Buenaventura— supuestamente se le presentó un serafín rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los pies y el costado; posteriormente, sus hermanos vieron los estigmas de Francisco, que él conservó por el resto de su vida.​ Sin embargo, se dice que Francisco —al igual que otros santos estigmatizados— hizo todo lo posible para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse indigno, no del dolor que sentía, sino de ser portador de las señales de la Pasión de Cristo.​ Por eso, fue desde entonces con las manos metidas entre las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.



Estigmas: La explicación que ha dado la ciencia a las supuestas “marcas de Jesucristo”

La ciencia, que ha tenido la oportunidad de analizar estos casos, no tiene una respuesta del todo definida. La más cercana y en cierta forma fundamentada, aparece en el libro Dermatología en Medicina General, de Thomas Fitzpatrick, que establece a los estigmas como entidad patológica denominada púrpura psicógena, que es generada por “un desencadenante psicológico”.
“El fenómeno más dramático e interesante es la aparición de estigmas en las manos y en los pies de los fanáticos religiosos, principalmente en época de Pascuas. Esta entidad se denomina síndrome de púrpura psicógena, y el pilar fundamental del tratamiento es el apoyo psiquiátrico”, escribe Fitzpatrick. (F)

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