martes, 7 de mayo de 2024

Alexander Sheversky: El desnudo del día y otras pinturas y dibujos

 

Hay excepciones es la obra de ciertos artistas y -muchas veces- son esas excepciones las que nos gustan. Como podrás ver en este enlace, la temática de Sheversky nos recuerda a Edgar Degas; casi rococó por el color, el uso excesivo de las cortinas y paños que parecen tan importantes como las bailarinas.


Y de improviso aparece este desnudo: No sólo nos fascina mirar lo bello, sino que lo bello también se fascina ante su propia belleza. El tema de la mujer (preferentemente) ante el espejo en algo recurrente en la historia del arte.


En el vasto panorama del arte, existen excepciones que destacan y cautivan nuestra atención de manera inesperada. En ocasiones, son precisamente estas excepciones las que nos enamoran y nos invitan a reflexionar sobre la diversidad y la riqueza de la creatividad humana. Un ejemplo elocuente de esta singularidad artística se manifiesta en la obra de ciertos artistas, donde la temática y el estilo rompen con lo convencional para sumergirnos en un universo estético único y fascinante.
Al explorar la obra de Sheversky, nos encontramos con una evocación sutil a la sensibilidad artística de Edgar Degas, cuya influencia se vislumbra a través de una paleta cromática.
Sin embargo, en medio de esta exuberancia visual, emerge de manera inesperada la figura del desnudo. En este punto, nuestra percepción estética se ve desafiada y enriquecida, pues no solo nos deleitamos contemplando la belleza plasmada en la obra, sino que también somos testigos de cómo la propia belleza se contempla a sí misma con fascinación. El desnudo, como tema recurrente en la historia del arte, adquiere en la obra de Sheversky una dimensión especial, invitándonos a reflexionar sobre la relación entre la representación de la figura humana y la exploración de la identidad, la intimidad y la vulnerabilidad.
La presencia de la mujer, preferentemente ante el espejo, nos sumerge en un diálogo íntimo y profundo con la propia imagen, donde se entrelazan la reflexión sobre la vanidad, la autoconciencia y la búsqueda de la identidad. A través de esta representación, Sheversky nos invita a explorar la complejidad de la feminidad, revelando capas de significado que van más allá de lo puramente visual y nos adentran en un universo emocional y simbólico de gran profundidad.


En realidad me gustan mucho más sus dibujos.














El artista

Alexander Sheversky creció en Chisinau, República de Moldova, ayudando a su padre, artista que pintaba murales para los funcionarios soviéticos. Desde el momento en que tenía 12 años de edad hasta los 16 años de edad, Sheversky ayudó a su padre.
Estudió en la Academia de Arte Repin I.E. Después de graduarse, trabajó en el campo de las artes monumentales. En 1986, Alexander comenzó a exhibir sus pinturas en Chisinau, con aceptación de la crítica y el consiguiente reconocimiento. Las autoridades rusas lo seleccionaron para exponer en Moscú. Su éxito le llevó a dirigir un estudio para artistas. Emigró a Israel en 1991, donde vivió durante siete años. En 1998, se trasladó a Toronto y en 2004 a Vancouver.
Sheversky reconoce que la iluminación atrae su atención: "Cuando el sol se levanta por la mañana en mi ventana y la luz del sol cae sobre mis objetos en mi estudio, con ella viene la felicidad, la vida ha llegado Cada mañana espero este momento..."



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