El 7 de junio de 1640: en Barcelona (España) sucede el Corpus de Sangre, incidente entre un grupo de campesinos y algunos soldados castellanos, que precipitó una revuelta y acabó con la muerte de numerosos funcionarios reales.
El Corpus de Sangre fue una asonada protagonizada en San Andrés de Palomar el 7 de junio de 1640 por un numeroso grupo de segadores, con la connivencia de una buena parte de la población local. Un pequeño incidente en la calle Ample entre un grupo de segadores y algunos soldados castellanos, en el cual un segador quedó malherido, precipitó la revuelta.
El año 1640 fue un año decisivo y de graves consecuencias, sobre todo a partir del mes de mayo, en el que se produciría un alzamiento generalizado de toda la población de los condados catalanes contra la movilización y permanencia en la región de los tercios del ejército real (enviados a Cataluña a causa de la guerra con Francia en 1635) y contra la pretensión de que fueran alojados dentro de las poblaciones. Algunas se negaron a abrir las puertas, como San Feliu de Pallarols o Santa Coloma de Farnés, donde fue enviado el alguacil Montrodon para llevar a cabo la instalación de los soldados. En la resistencia de los vecinos el alguacil encontró la muerte. La represalia llevada a cabo por los tercios en Riudarenas (3 de mayo) y en Santa Coloma de Farnés (14 de mayo) desencadenaría un rápido alzamiento armado de vecinos y campesinos que, de las comarcas gerundenses, se extendió hacia el Ampurdán, hacia el Vallés y hacia Osona y el Ripollés.
«¡Viva la fe de Cristo!», «¡Viva la tierra, muera el mal gobierno!» fueron los lemas de los segadores que originaron la revuelta popular del 7 de junio de 1640, día conocido como el Corpus de Sangre.
El asesinato del virrey de Cataluña, Dalmau de Queralt, conde de Santa Coloma, durante el llamado Corpus de Sangre, el 7 de junio de 1640, fue clave en el camino que llevó a la clase dirigente catalana a oponerse por las armas a Felipe IV y buscar la protección de Luis XIII de Francia en el contexto de la guerra que ambas coronas libraban desde 1635, en la que se decidía la hegemonía en Europa. La necesidad de encauzar la ira del campesinado lejos de los estamentos privilegiados y de evitar un castigo general severo por parte del conde-duque de Olivares, llevó a buena parte de la nobleza y el clero del principado a movilizar tropas para oponerse al ejército real al tiempo que entablaba secretas negociaciones con Francia para recabar el apoyo de la corona borbónica y de su primer ministro, el cardenal Richelieu. (F)
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