miércoles, 15 de marzo de 2023

15 de marzo de 44 a. de C.: Asesinato de Julio César

El 15 de marzo de 44 a. C.: Julio César es asesinado por un grupo de senadores romanos apodados Liberatores, liderados por Cayo Casio Longino y Marco Junio Bruto.




El magnicidio

En marzo del año 44 a. C., un grupo de senadores convocó a César al Foro para leerle una petición, escrita por ellos, con el fin de devolver el poder efectivo al Senado. Marco Antonio, que había tenido noticias difusas de la posibilidad del complot a través de Servilio Casca, temiendo lo peor, corrió al Foro e intentó parar a César en las escaleras, antes de que entrara a la reunión del Senado.
Pero el grupo de conspiradores interceptó a César justo al pasar al Teatro de Pompeyo, donde se reunía la curia romana, y lo condujo a una habitación anexa al pórtico este, donde le entregaron la petición. Cuando el dictador la comenzó a leer, Tulio Cimber, que se la había entregado, tiró de su túnica, provocando que César le espetara furiosamente Ista quidem vis est? «¿Qué clase de violencia es esta?» (no debe olvidarse que César, al contar con la sacrosantidad de la tribunicia potestas, y, por ser Pontifex Maximus, era jurídicamente intocable). En ese momento, el mencionado Casca, sacando una daga, le asestó un corte en el cuello; el agredido se volvió rápidamente y, clavando su punzón de escritura en el brazo de su agresor, le dijo: «¿Qué haces, Casca, villano?», pues era sacrilegio portar armas dentro de las reuniones del Senado.

Casca, asustado, gritó en griego «¡Socorro, hermanos!», y, en respuesta a esa petición, todos se lanzaron sobre el dictador, incluido Marco Junio Bruto.​ César, entonces, intentó salir del edificio para recabar ayuda, pero, cegado por la sangre, tropezó y cayó. Los conspiradores continuaron con su agresión, mientras aquel yacía indefenso en las escaleras bajas del pórtico. De acuerdo con Eutropio y Suetonio, al menos 60 senadores participaron en el magnicidio. César recibió 23 puñaladas, de las que, si creemos a Suetonio, solamente una, la segunda recibida en el tórax, fue la mortal.

Las últimas palabras de César no están establecidas realmente, y hay una polémica en torno a las mismas, siendo las más conocidas:

Καὶ σὺ τέκνον. Kai sy, teknon? (en griego: ‘¿tú también, hijo mío?’). Suetonio.
Tu quoque, Brute, filii mi! (traducción al latín de la frase anterior: ‘¡Tú también, Bruto, hijo mío!’).
¿Et tu, Brute? (Latín, ‘¿Tú también, Bruto?’, versión inmortalizada en la pieza de Shakespeare).
Plutarco nos cuenta que no dijo nada, sino que se cubrió la cabeza con la toga tras ver a Bruto entre sus agresores.

Tumba de Julio César en el Foro Romano.
Tras el asesinato, los conspiradores huyeron, dejando el cadáver de César a los pies de una estatua de Pompeyo, donde quedó expuesto por un tiempo. De allí, lo recogieron tres esclavos públicos que lo llevaron a su casa en una litera,​ de donde Marco Antonio lo recogió y lo mostró al pueblo, que quedó conmocionado por la visión del cadáver. Poco después los soldados de la decimotercera legión, tan unida a César, trajeron antorchas para incinerar el cuerpo de su querido líder. Luego, los habitantes de Roma, con gran tumulto, echaron a esa hoguera todo lo que tenían a mano para avivar más el fuego.
La leyenda cuenta que Calpurnia, la mujer de César, después de haber soñado con un presagio terrible, advirtió a César de que tuviera cuidado, pero César ignoró su advertencia diciendo: «Sólo se debe temer al miedo». En otras se cuenta cómo un vidente ciego le había prevenido contra los Idus de Marzo; llegado el día, César le recordó divertido en las escaleras del Senado que aún seguía vivo, a lo que el ciego respondió que los idus no habían acabado aún. (W)


Muerte de César, de Jean-Léon Gérôme, 1867.

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