sábado, 15 de julio de 2023

Ai Huan: frío, tristeza y soledad

No es la primera vez ni será la última que me ocupe del realismo chino. Siento una gran admiración por esta escuela que ha dado grandes pintores y que, sin la “pedantería creativa” de Occidente, se ha dedicado a representar con admirable oficio su mundo y, muchas veces, su sencillo y familiar mundo.

Por Rubén Reveco, editor
¿Qué pintan los artistas chinos? Me llama la atención la proliferación de niños representados. La política de control familiar del Estado, formulada a principios de los años 70, estimuló a retrasar los matrimonios y los nacimientos y limitó a las parejas de las zonas urbanas a tener un solo hijo y dos a las de las zonas rurales. Esta prohibición de una familia numerosa hace pensar que tal vez los matrimonios de los últimos cuarenta años sientan un apego especial por su (o sus) hijos. Y esto se ve reflejado en su arte.

El Tíbet en el arte de Ai Huan


Ai Huan nació en  la provincia de Hebei en 1947 (algunas fuentes sitúan su nacimiento en Jinhua, Zhejiang). Es hijo del poeta Ai Ping,  así como es medio hermano del famoso artista chino Ai Weiwei.  Se graduó en la Academia Central de Bellas Artes, en 1967. Su educación quedó interrumpida por la Revolución Cultural, y, entre 1969 y 1973, fue enviado a  trabajos forzados en una granja militar en el Tíbet. Así conoció la tierra que se convirtió en el centro de su trabajo.



Hay dos temas predominantes en la obra de Ai Huan: los niños y el paisaje cubierto de nieve del Tíbet. Se dice que en un invierno percibió con tal fuerza el desamparo y la soledad en el desierto cubierto de blanco que este color adquirió  un nuevo significado y una dimensión casi mística. Un paisaje estéril encerrado en hielo y nieve, y sus habitantes atacados por el aislamiento del frío y la helada crujiente. 
Dejó el realismo tradicional de sus trabajos anteriores y se acercó al mundo del budismo y el zen. Sus figuras esquematizadas se lograron armonizar con el ritmo de la naturaleza. En su pintura se ve un sentimiento indescriptible de soledad y aislamiento.


Según lo expresa un crítico chino: “La meseta no se llena de alegría y de luz solar, es más bien aislada y misteriosa. Pero más que un tema para sus paisajes, el artista ha escogido un símbolo emocional”.


Durante este proceso, el pintor ha perfeccionado las técnicas de realismo a su punto más alto. Esto sugiere que la maestría del artista no se basa en la forma y estructura de los objetos, sino que hace hincapié en la atracción selectiva de las imágenes en un clima que, a pesar de ser extremo, sigue siendo hermoso.

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