Es un libro que se eleva de la anécdota a la categoría sin esfuerzo aparente, un arte al alcance de pocos contadores de historias: desde lo anecdótico de una dramática y concreta experiencia personal y familiar, Kim y Altarriba acceden a lo categórico para contarnos que ahí podríamos estar todos, mejor dicho, que ahí estamos todos. O estuvimos. O estaremos. La técnica narrativa de Antonio Altarriba (Yo, asesino), estructurada en dos niveles de relato -los textos de apoyo y los propios bocadillos- fluye y conmociona obrando el milagro: arrobas de sentido poético, ausencia de estridencia y adorno. Los dibujos de Kim (Martínez el Facha) alternan el realismo descarnado como espejo irremediable de la Guerra Civil, con una vis simbólica y fantástica de lo más inquietante. El arte de volar. Aún duele su lectura. (Fuente)
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