domingo, 15 de septiembre de 2024

Dibujando historietas (Recuerdos de infancia)

Dibujando y escribiendo mis propias historietas. Tal vez no sea una obra maestra, pero a pesar de los casi 30 años que han transcurrido desde su creación, me sigue provocando una sensación de nostalgia y satisfacción.

Tengo recuerdos de niño muy claros copiando los dibujos de las revistas de historietas que mi madre me compraba cada semana (Mampato, Jinete Fantasma, Jinete Justiciero, Tarzán, etc.).

Por Rubén Reveco - Editor

Siempre fui un buen copista y los dibujos me quedaban bastante parecidos. A partir de ese ejercicio, incursioné en el guion (a los 12 ó 13 años) y empecé a crear mis propias historias. Si la escena demandaba cuatro jinetes galopando por una pradera, buscaba en mis revistas el dibujo que se adaptara lo mejor posible a ese momento y lo copiaba. Así fui llenando cuadernos de dibujos, tantos que mi madre decidió guardarlos en una gran caja que había en una dependencia exterior de mi antigua casa materna. Resulta que un día entraron a robar y se llevaron la caja con esos "tesoros" que nunca más pude recuperar.
Pasaron los años y quise volver a dibujar un cómic moderno (ya no se llamaban "historietas") esta vez con un estilo de realismo mágico que más tarde desarrollaría en mis actuales pinturas. En ese tiempo me gustaba Moebius, Caza… No pasé de la primera página.
Hace un tiempo lo encontré en mi baúl de los recuerdos bastante deteriorado y para que no me vuelva a pasar lo mismo, lo escanee y lo público para compartirlo. Quizá no sea una gran obra, pero a pesar de los casi 30 años que han pasado, me sigue gustando: Había una niña jugando, su madre, un bote, una gaviota volando, construcciones fantásticas y araucarias, a lo lejos...


Un viaje creativo

La niñez es un periodo en la vida donde la imaginación florece y las experiencias se marcan a fuego en la memoria. Mi propia niñez, que parece pertenecer a otra época, estuvo fuertemente ligada al acto de dibujar. Títulos como Mampato, Jinete Fantasma, Jinete Justiciero y Tarzán se transformaron en mis principales fuentes de inspiración. La portada de esas revistas, vibrante en colores e ilustraciones dinámicas, invitaba a un mundo lleno de aventuras y personajes por descubrir.
Desde pequeño, siempre fui un talentoso copista. La habilidad de reproducir lo que veía en las páginas de esas revistas no solo me otorgaba un sentido de logro, sino que también me permitía profundizar en la técnica y el estilo de los grandes artistas que habían creado esos mundos. Mi interés inicial por el dibujo se transformó rápidamente en un ejercicio que me llevó a explorar más allá de la simple reproducción. A la edad de 12 o 13 años, desarrolle el deseo de crear mis propias historias. La idea de que un lápiz y un cuaderno podían dar vida a relatos que habitaban mi mente me llenaba de entusiasmo.
Al copiar esos dibujos, no solo estaba replicando imágenes; estaba asimilando técnicas, estilos y, de forma más integral, la noción de narrar historias visuales. El arte de copiar, a menudo visto como un ejercicio de imitación, se convirtió en el fundamento de mi desarrollo como artista. Casi sin darme cuenta, fui llenando cuadernos con mis dibujos, creando una colección que atesoraba con cariño.
La vida, con sus inesperados giros, tenía otros planes. La pérdida de aquellos cuadernos fue devastadora; no solo se llevó mis dibujos, sino también una parte de mi historia y mis recuerdos de niño. Esa experiencia nos recuerda lo efímero que es el arte, y cómo a veces, el tiempo puede borrar lo que consideramos eterno.
A lo largo de los años, el deseo de regresar al arte del cómic nunca me abandonó. En un intento por regresar a mis raíces creativas, traté de dibujar un cómic moderno, infundido con un estilo de realismo mágico. A pesar de mi entusiasmo, el proyecto no prosperó; ni siquiera pasé de la primera página. La vida cotidiana y otras responsabilidades se interpusieron en mi camino, relegando mi pasión artística a un segundo plano.
Este viaje a través de mis recuerdos me recuerda que el arte, en todas sus formas, es una parte intrínseca de la experiencia humana. Desde los primeros garabatos en un cuaderno, pasando por los sentimientos de pérdida y reencuentro, hasta las obras que aún encontramos en algún rincón de nuestro pasado, todo contribuye a definir quiénes somos. La capacidad de contar historias a través de imágenes es un legado que, a pesar de las adversidades, siempre encontrará una forma de renacer. En la búsqueda constante por redescubrir mis raíces artísticas, me encuentro conectado con la esencia de lo que significa ser creador, y este vínculo sigue nutriendo mi trabajo actual como pintor. En cada trazo, en cada color, hay un eco de aquellas tardes de infancia, un homenaje a la creatividad que una vez nació entre las páginas de una revista de historietas.


Mis revistas de infancia





Por sobre las historias de superhéroes, siempre preferí a los protagonistas con condiciones "normales". Esas historias siempre tenían algún componente de realismo y por lo tanto de credibilidad.



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