.

martes, 25 de octubre de 2022

Diario íntimo de un soldado argentino que pelea en el Este de Ucrania

Pablo en el este de Ucrania, convertido en un combatiente.

Pablo Czornobaj es de Wilde (Buenos Aires) y tiene 43 años. En abril sintió que debía ayudar a liberar al país de sus ancestros de la invasión rusa. Ahora está en el Donbas, en pleno frente de batalla, y desde allí habló en exclusiva con el diario argentino Clarín.

FUENTE

El jueves 24 de febrero, luego de que Vladimir Putin mantuviera durante casi un mes sus tropas apostadas en la frontera y tras varias advertencias de la inteligencia estadounidense, Rusia comenzó su invasión a Ucrania con fuego de artillería y misiles dirigidos hacia varias ciudades, entre ellas Kiev, la capital. 

En las primeras horas de ese mismo jueves, Liliana Rosario de Czornobaj se dirigió con ansiedad hasta el departamento de Pablo, su único hijo varón, el del medio entre dos mujeres, Mariela y Nadia.

- ¿Vas a ir?- le preguntó la mujer.

- Sí, mamá.

El diálogo se terminó prácticamente ahi. Liliana volvió a su casa sin esperanzas. A lo largo de todo 2021 Pablo Czornobaj ya había estado averiguando en la embajada de Ucrania en la Argentina qué trámites debía hacer para ir al país de sus ancestros.

De allí escapó a principios de la década de 1920 su abuelo paterno, Volodymyr Chornobay. Huía de las hambrunas del pueblo ucraniano creadas por la política de mano de dura de Joseph Stalin, en los primos años la ex Unión Soviética. La hambruna es conocida en la historia como el Holodomor.

Pablo comenzó ese mismo 24 de febrero los preparativos. Dos meses después se convirtió en uno de los protagonistas invisibles de la guerra en Ucrania.

Había tenido decenas de aventuras. Vivió en los Estados Unidos, en Villa La Angostura. Es analista de sistemas y trabajó trajeado para una compañía de seguros. Pero nunca antes había estado en la tierra de sus abuelos, los Chornobay, cuyo árbol genealógico es amplio. 

Pablo Czornobaj, argentino, 43 años es hoy un soldado que combate a los rusos en el este ucraniano. Allí, donde se libran las más duras batallas. Adonde Ucrania le pudo ganar terreno a los rusos, pero donde Putin ha vuelto a pegar duro.

Primer contacto​

Así fue el primer contacto con Pablo por WhatsApp. A lo largo de todos estos días mostró dos características. Siempre manda banderitas argentinas y ucranianas, seguidas de palabras. Hace chistes, guiña el ojo con un chasquido de su lengua, habla español y frases en ucraniano cuando está inspirado. Y se rodea de cuanta mascota va encontrado en la devastación de la guerra, muchos de ellos cachorros de perros abandonados, que mete dentro de su chaqueta camuflada y cobija hasta que la situación se lo permite.

A lo largo de este mes, hubo con él intermitentes mensajes de whatsapp, audios y videos. Fue un diálogo irregular pero creciente. Con momentos inquietantes, místicos, graciosos y de tensión.

Pablo integra la legión extranjera, entre los que (a diferencia de él) otros son mercenarios. Los hay de origen mexicano, brasileño, español, colombiano.

En las últimas horas le dijo a sus amigos y a Clarín que muy probablemente no pueda conectarse tan regularmente como lo venía haciendo. El último audio que envió a este diario venía con un registro sonoro estremecdor: metrallas y bombas en pleno frente de batalla. 

Desde que llegó a Ucrania en abril fue corriendo su presencia hacia el Donbas, la cuenca del río Donestk, una de las regiones consideradas anexadas recientemente de manera unilateral por Putin. Pablo forma parte de la contraofensiva de Ucrania en el Este del país. 

Su “comandante”, así lo llama, lo autorizó para conversar con Clarín pero no le permitió hacer ni siquiera una entrevista en vivo. No tiene autorizado mostrarse en simultáneo. Tampoco puede hablar del batallón al que pertenece.

Tampoco pudo dar su nombre de guerra, ni decir qué misión le asignaron en los últimos días, pero todo indica que está combatiendo. 

“Nosotros estamos en primera línea y avanzando”, dijo los primeros días y mostró un mapa del Donbas. Allí las fuerzas ucranianas, con ayuda de las armas que le suministra Estados Unidos y el resto de la OTAN, han podido correr a los rusos de lugares que habían ocupado. El 24 de octubre se cumplirán ocho meses de sangre, fuego, muertos y devastación.

El jueves pasado, tras varios intentos para contactarlo, Pablo reapareció:

-“Buenaaaas. Fue todo bien. Pronto salgo a tres días o más.

No se entendió qué quiso decir. Tampoco lo pudo explicar. Por los videos que obtuvo Clarín se lo ve principalmente en tareas de patrullaje.

En muchas de esas imagenes en las que se lo ve por zonas golpeadas, ahora deshabitadas, aparecen objetos rusos o ucranianos, también restos humanos y pertenencias.

Salvo un día que le deseó feliz cumpleaños al abogado Federico Marotta, uno de su grupo, y en el que con un video mostraba un vehículo ruso que le prometió mandarle a Buenos Aires de regalo -claramente un chiste-, Czornobaj no festeja como un trofeo lo que muestra del enemigo. Sus amigos tampoco. No festejan la muerte de ninguno. 

- ¿Mataste a alguien? ¿Viste morir a alguien?- preguntó Clarín.

- Soy Cristiano y la interrupción de la Vida anticipada siempre es violenta… Pero el día del combate me olvido.


Su madre y sus hermanas

En realidad, dice su hermana Nadia, la familia no es cristiana ortodoxa, como mayormente pasa en Ucrania. La madre es de origen italiano. Liliana y Héctor Czornobaj bautizaron a sus tres hijos y les hicieron tomar la comunión bajo las costumbres de la Iglesia Católica Apostólica Romana. El matrimonio de Liliana y Héctor Czornobaj -apellido ya romanizado- se estableció primero en Dock Sud. Allí vivieron inicialmente sus tres hijos.

Héctor fue un suboficial del Ejército argentino, cuyo núcleo cercano considera de un pasado “impecable” y familiar. Tuvo a sus hijos en el Hospital Militar, sobre la avenida Luis Maria Campos, y se llevó a la familia de Dock Sud a Wilde. Héctor murió hace cuatro años y dejó un buen pasar a sus hijos.

Pablo dijo que conoce el rigor de hijo de militar. “Me levanto antes de las 05:15, antes de que cante el gallo en el lugar que sea, antes de que salga el sol, en el lugar que sea. Hago mi cama y me aseo siempre. Bueno, ahora estaría costando un poquito el tema de aseo, pero de alguna manera lo hacemos", contó a Clarín en una de las tantas comunicaciones y en la que llevaba 12 días sin tomar un baño.

Pablo maneja armas desde la adolescencia -no se le registra ningún incidente violento- al punto que sus amigos cuentan que se enojaban con él porque en los veraneos grupales en la Costa y en la Patagonia “El Ucraniano” se aparecía con pistolas sin haberles contado que las había llevado.

“Lo queríamos matar”, dice Javier Maffei, su amigo dueño de una curtiembre y parte del grupo que sigue los pasos de Pablo en su guerra contra los rusos en Ucrania.

Maffei y Cjzornbaj son amigos desde los 14 años, desde la escuela. Forman parte de esa “banda” que jugaba al fútbol juntos. En cuanto a la decisión de  su amigo de ir a la guerra, dice: “Yo creo que un “50% lo hace por amor a Ucrania y el otro 50% porque siempre fue medio loco, y porque si bien tuvo novias, sigue soltero y sin hijos”.

Agrega Maffei: “Como amigo es recontra fiel, claro que tiene defectos pero nos llama la atención que es una persona que acá dejó una vida muy cómoda y decidió arriesgarse por una guerra que es suya y al mismo tiempo no es suya. Es algo que no entiende la mayoría de la gente.. Pero, bueno… yo soy de origen griego y si Turquía invadiera Grecia yo también lo haría”.

Nadia, de 37 años, la menor de los Cjzornobaj, mandó un mensaje: “Es raro todo. Son muchas cosas. El es grande. Se quiso ir. Quiso hacerlo. Y bueno… Pero tampoco nos sorprendió mucho del loco este, jaja. Mi hermana (Mariela, la más grande) se puso medio mal cuando lo vio con un arma, una ametralladora. Y mi mamá también. Estamos con incertidumbre. Es una guerra. ¿Qué vamos a hacer? Estamos orgullosas de él, pero asustadas también. Son varias cosas...”

En el archivo de este diario hay una nota del 26 de octubre de 2010, titulada “El desafío de aprender a navegar”, cuya introducción dice:  “Pablo Czornobaj tiene 31 años y trabaja en el sector de IT de Deloitte”. A continuación, su testimonio: “Siempre tuve ganas de hacer el curso de timonel, y finalmente llegó el momento. La opción de Puerto Madero era buena por una cuestión de cercanía… Se trata de ir juntando experiencia para animarme a hacer mi propia travesía”.  Aquel artículo estaba ilustrado por una foto del joven Czornobaj, con melena, canchero, afeitado y magro, posando al borde del barco mirando hacia el río. Su aspecto dista mucho del soldado en Ucrania, un hombre de mediana edad, más ancho y barbudo.

Casi doce años después de ese curso de timonel, Pablo efectivamente mantiene su pasión por los barcos. Dejó el suyo amarrado en Puerto Madero, ese en el que algunas noches navegaba solo de Buenos Aires a Uruguay en la oscuridad. Pablo dejó una parrilla restó propia que tiene en Dock Sud, La dejó al mando de un sobrino. Administraba otros negocios que dejó a cargo de su familia.

Cuando en marzo explotaban las bombas rusas en Ucrania, se iba poniendo ansioso. Tenia dos dosis de la vacuna rusa contra el Covid, la Sputnik, pero en Europa no se la reconocían. Entonces, cuando ya tenía casi todos los papeles listos, se hizo dar dos Pfizer. La ansiedad lo volvió a tomar cuando los europeos empezaron a requerir tres dosis. Pensó entonces tomar su barco a vela, navegar hasta Brasil y ver la forma de cruzar el Atlántico con un buque charteado. 



Pablo Czornobaj en 2010, posando para Clarín, con su barco en Puerto Madero.

Finalmente, terminó cruzando los continentes en avión. Hizo Buenos Aires, Barcelona, Cracovia, y de ahí su secreto y largo camino a la guerra. Maffei contó que les dijo que de una lista de 40 argentinos anotados, al menos en su camada, llegaron tres. Y cuenta que uno de los temores que se plantearon al revelar su identidad en la prensa es que cuando todo esto termine, Rusia se vengue de ellos. 

En reiteradas oportunidades, Pablo se definió como “amante de la libertad”, la “Libertad de San Martin” (sic). En otra conversación dijo ser Libertario. Tras un ir y venir de opiniones confesó que simpatiza políticamente con Javier Milei.

“Igualmente yo no soy el centro de la cuestión. La cuestión es la guerra, cómo vive un soldado con mi sangre, que es ucraniana”, aclaró sin insultar a los rusos.

El frío duele, mensajes que vienen y van

Miembro de la hinchada de Racing. Duro, como su familia, Pablo arranca una sonrisa a quien lo oye confesar que uno de los seres vivos que más extraña desde la guerra en Ucrania es su perro “Liber”. No hace falta aclarar la raíz del nombre de este caniche toy, color blanco, cuya foto lleva en su teléfono móvil, y que ahora le cuida la madre.

”Cuando llegó a la Argentina, mi abuelo eligió Racing Club porque tenía los colores de Argentina justamente y de la Virgen María”, explicó en uno de los mensajes compartidos.

En las fotos que mandó, se lo ve hace años su amigo Maffei en Uruguay. Se lo ve también prolijo. Y en su periplo iniciático desde Argentina a Ucrania, pasando por España y Polonia.

La transformación es elocuente. Más ancho y con barba desprolija, el pelo largo, sus amigos aseguran que no pasa hambre y tampoco le falta abrigo. “Aquí no hay mucho muuu”, dijo en formato de telegrama un día en el que mandó una foto comiendo con su jefe inmediato un cabrito que mataron y asaron sobre un improvisada parrilla en el campo.

En varios whatsapp Pablo hizo referencia a la guerra de Malvinas y a lo que imagina de ese conflicto en el Atlántico Sur. A lo que pasaron los soldados argentinos. Contó que en donde está ya hay temperaturas de hasta 2 grados, con mucha humedad. “En Baires dormía poco. Pero el frío y el cansancio duelen”, reconoció en una línea.


Ucrania Donbas

En Buenos Aires cuentan que se lo escuchó contento en las últimas semanas por la llegada de más HIMARS, el sofisticado sistema de lanzamisiles múltiple ligero (que se monta en un camión militar) que Estados Unidos le proveyó a Ucrania y que ha sido fundamental en la contraofensiva contra Rusia.

El 14 de octubre pasado la comunicación con Pablo tomó un cariz más telegráfico. Y el soldado argentino hasta se puso más místico.

Un día envió sólo esta frase y desapareció. “El 14 de octubre en el día de fiesta de la Protección de la Madre de Dios se celebra el Día de los Cosacos ucranianos. Hoy es el día del cosaco ucraniano”.

Pablo envió por WP una larga -casi interminable- leyenda de resistencia de su pueblo, en la que el caballero héroe, el que libera a las mujeres y a los oprimidos, lleva el apellido Chornobrov. 

El domingo pasado apareció con una frase de Feliz Día para todas las Madres. En otra, sin dar fechas, informó que su cumpleaños había sido el “Día del Mar y la Riqueza Pesquera”. Eso fue el último fin de semana.

Y como siempre, se despidió saluda con un “Gloria a Ucrania. Gloria a los Cosacos. Gloria a los Héroes. Todo Será de Ucrania".





No hay comentarios:

Publicar un comentario